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José Vega

"El Chisme"


Las comparaciones son odiosas, y más cuando enfrentan a una afición que ahora debería estar más unida que nunca. Presagiaba una buena tarde de toros, en Sevilla y en Madrid, cada una con su idiosincrasia: El toro, el público, la arena, el Sol, el de las bebidas, los alguaciles, el portón de Chiqueros...pero siempre hay alguien dispuesto a poner en marcha el mecanismo de la crispación al comparar plazas y, por ende, aficiones.


"Cuanto más vengo a la Maestranza menos me gusta Las Ventas". Con ese chisme se desató la polémica. El periodista, y ahora tertuliano del canal Toros, Rubén Amón, soltaba este chisme disfrazado de sentencia en la previa de la corrida del Domingo de Resurreción sevillana. Lo califico de chisme porque es quizá la forma más común y elemental de agresión popular disfrazada.


El periodista sancionó, (no sé si a adrede), social y taurinamente a una plaza con todo lo que ello conlleva. No sé qué pretensiones llevaba, pero al realizar tal afirmación se me antoja que quiso arruinar la reputación de una afición con el peligro que eso conlleva. No se puede chismorrear de esa manera porque la víctima está claramente especificada. Si con ello quería esconder una cierta voz democrática para premiar a lo que para él es un público, una afición, ejemplar, lo que consiguió fue justo el efecto contrario.


Cada plaza es un mundo y no por ello una mejor que otra. Sevilla con sus silencios, con sus colores, con el ambiente que se genera, se convierte en un lugar envolvente donde el toreo se apacigua, se palpa y a veces, por qué no decirlo, se consiente en demasía en algunos momentos. Pero no por ello deja de ser un goce acudir a una tarde de toros allí, un goce para los sentidos. Si lo que Amón quiso decir con el chisme que prefiere a la afición de Sevilla, me ha de permitir que en todos los sitios "cuecen habas". Me explico.


Madrid es distinta. Bulliciosa, castiza, propensa a la polémica, exigente, pero no por ello hay que satanizarla. Es cierto que, (como en todos los sitios), habrá voces maleducadas, con ánimo reventador, pero no por ello se debe encasillar a toda una afición que ha demostrado con creces que cuando se hace el toreo, tiene la misma sensibilidad que cualquier otra de la geografía del Toro. Sevilla tiene su toro y emociones, ¡Bienvenidas sean!, como Madrid tiene el suyo y lo que el aficionado, (no el maleducado, que los hay), quiere es que, con ese toro, íntegro y de trapío acorde con el título de Primera Plaza del Mundo, se participe del intenso placer emotivo que es el Arte de Torear.


Si Sevilla es el color veneciano, Madrid es el realismo español. Si en una se intensifica la emoción bulliciosa del toreo, en la otra se intensifica lo carnal, lo realista. Es decir, ver una tarde de toros en Sevilla es estar frente una obra de Tiziano y presenciarla en Madrid, frente a una de José de Ribera. Las dos son necesarias, grandiosas, y por ello no sujetas a chismes periodísticos que lo que buscan es la pura confrontación.


Amón, con ese chisme, sin quererlo (espero), abrió un frente común entre aficiones. Se aseguró de hacerlo en el "partido de ida", ahora viene el “de vuelta”, esperemos que los "hooligans" estén más atentos a lo que pasa en el ruedo y no den cancha a los chismorreos, al final, son una sanción moderada a los poderosos.



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