Entre jaboneros, barrosos y cárdenos... Orthez'19

Fotos: Philip Gil Mir
La feria del pueblecito francés de Orthez, concentrada en un día: novillada matinal y corrida de toros vespertina. Nos dejó un montón de matices, detalles y aristas que ir rumiando y cavilando, en el viaje de vuelta y días posteriores.
En esta villa de irreductibles galos, refiriéndonos a su afición y lucha por la fiesta auténtica, como otros cuantos que admirablemente aguantan el “temporal”, y resisten estoicamente a las seductoras garras, y continuos cantos de sirena, del canceroso sistema taurino que nos domina...Picó la cuadra de Madrid -Equigarce-. Y no, no trajo los caballos ligeros que todos esperábamos ver, luego dirán que es osado comparar, pero en “Cèret”, no hace ni un mes, vimos otra cuadra que compartiendo caballos o no con esta, presentó otros caballos, de otros pesos, con otra movilidad en el ruedo y con otras hechuras muy diferentes. Es una pena, que la comisión de Orthez, siendo una de las pocas plazas de la actualidad que apuesta y cuida el primer tercio no haya hecho la suficiente fuerza en ese sentido, exigiendo que trajeran lo más ligero y en tipo, de la inmensa y omnipresente cuadra que tiene Equigarce. Menos mal que a Bonijol le han “dado el alta” y reaparece el 11 de Agosto en Millas, ahora si que se va a comparar de verdad. Ojalá alguna comisión aficionada de Francia proponga un “Desafío/Concurso” de cuadras de picar...Sería brutal.
El primer acto lo compuso una decepcionante novillada de Pablo Mayoral. Cuatro novillos cárdenos, vacíos de contenido y emoción, ayunos de casta, sin fuerza, flojos, pierdemanos, sosa y tan dulces que se nos picaron las muelas. Estuvieron bien presentados, dentro de una desigualdad en tipos y hechuras, todos se fueron a menos durante la lidia.
Los había en tipo Santa Coloma antiguo, como el 2º que resultó ser un inválido de catálogo. En Pablo Mayoral de toda la vida, como el 4º que fue (verdaderamente) ovacionado de salida, y el único que medio cumplió en el peto, tomando dos varas. Y el 1º y 3º en tipo “ornitorrinco”, por que tenían un poco de todo, sin nada concreto que los definiera. Novillos de “Terra incógnita”, como escribían los marinos en sus cartas de navegación, antes del S.XIX. Los empecharon dos novilleros con mucha “hambre torera”. Salieron sabidos de sitio y gustos de los asistentes, y quisieron hacer las cosas bien. Pusieron a los novillos en suerte y cuidaron los detalles, que un coso lleno de aficionados con lupa, es cuanto menos inteligente.

Nos reencontramos con el Cristobal Reyes de Villaseca’18, no con el de hacía muy poco en Madrid. Suelto y capaz con el percal. Ortodoxo, sobrio, clásico y certero con los avivadores, con aires de recuerdo a Victor Mendes y Esplá. Con la franela ahogó a su primer novillo en un arrimón encimista e innecesario. Y montera calada, ejerció de perfecto galeno, con su segundo inválido.
De Manuel DiosLeGuarde, hay que destacar la finura y verticalidad, el empaque torero que tiene cuando compone, sus buenas formas, y la disposición. Lo más destacado de la mañana, fue la magistral brega de Jesús Talaván. Y el primer puyazo de Alberto Sandoval que le sirvió para llevarse “el sobre” matinal. Cuatro silencios y palmas sueltas en el arrastre de algún novillo, que por supuesto ni compartí, ni participé.
Llegó la esperada corrida de Prieto de Cal, seis toros como seis amanecer de un Agosto saturado de calima. Tres Barrosos (3º, 5º y 6º) y tres Jaboneros ( 1º, 2º y 4º). Que rompieron la superstición, de no poder lidiar una corrida completa en capas pajizas.

Recordemos que el toro Jabonero es una dilución del colorado, y se distingue claramente por el color de su piel rosada/pálida, en mucosas y lacrimales. Como también lo hace los tonos suaves y difuminados, avainillados-acaramelados de sus pitones, hasta el clareo máximo de sus puntas.
Diferenciándose así del Barroso, que es una dilución del castaño, por lo que el color de su piel, lacrimales y mucosas son oscuros-pardos-cenizosos. Como en la queratina de sus pitones, mucho más oscuros, homogéneos y ennegrecidos, desde la cepa hasta las puntas.
Para los buenos aficionados presenciar una corrida de Prieto de Cal, ya de por si es un acontecimiento, algo casi excepcional, teniendo en cuenta lo poquísimo que lidia, y en las plazas tan remotas que lo suele hacer.
Prieto es de esas pocas ganaderías que nos quedan, de las que rara vez sales indiferente. Cuando la cosas sale bien, es reencontrarte con el toro vetusto y atávico de lidia. Ese animal arcaico, que inmortalizaron los óleos de Juliá Carrere, y las ilustraciones del Diccionario Taurómaco de la Hache. Toros a los que lo único que les falta es la “V de escudo y corona”, actual hierro de Juan Pedro. Veraguas de antaño, seleccionados por y par el primer tercio, toros a los que se les exigía un mínimo de “gamuzas”, sábanas con las que tapaban a los caballos muertos.